Las leucemias están entre las enfermedades oncohematológicas más frecuentes, aunque son de difícil sospecha porque sus síntomas tienden a ser algo inespecíficos: decaimiento, fatiga constante y fiebre, entre otros. Existen distintos tipos de leucemia, según la clase de glóbulo blanco que se multiplica en forma descontrolada y según la forma de evolución de la enfermedad.
Las leucemias agudas son aquellas de avance rápido, que requieren ser diagnosticadas y comenzadas a tratar cuanto antes. La mieloide aguda, por ejemplo, que es la más frecuente de todas las leucemias, se trata con esquemas intensivos de quimioterapia, con internaciones prolongadas y la posibilidad de trasplante de médula ósea en un grupo de pacientes con características determinadas. Para quienes tengan contraindicada la quimioterapia o presenten algunas alteraciones genéticas específicas, empieza a haber otras opciones terapéuticas, que el profesional de la salud evaluará”, explicó Enrico.
“En estos casos, el tiempo apremia, pero como la quimioterapia baja significativamente las defensas de los pacientes, en este contexto de pandemia tenemos que evaluar muy bien cada paso y cada decisión terapéutica, los controles y las venidas al hospital”, agregó la especialista.
Respecto de las leucemias crónicas, la doctora Silvana Cugliari, Jefa del Departamento de Hematología del Instituto Oncológico ‘Ángel H. Roffo-UBA’, explicó que su evolución es más lenta: la leucemia linfocítica crónica, que es la más frecuente en adultos, tiene un tercio de los pacientes que nunca necesitará tratamiento. Otro tercio que no lo precisará cuando reciba el diagnóstico, pero sí debe ser monitoreado para ver si su enfermedad progresa, y un tercer grupo que si lo necesita desde el principio.
“En la actualidad, contamos con medicamentos muy efectivos para esta leucemia, que logran en 9 de cada 10 pacientes remisión completa que puede ser duradera, con tratamientos que no son quimioterapia y se administran durante un tiempo limitado (1 ó 2 años), no durante toda la vida, como en otros casos”, puntualizó Cugliari.
Para el manejo de la leucemia linfocítica crónica, se vuelve crítica la adherencia terapéutica, es decir, el cumplimiento del paciente, que debe tomar la medicación con la periodicidad y dosis que le indicó su médico, y que tiene que realizarse los controles de laboratorio que éste le solicita, para ir controlando su evolución.
“En ALMA, recibimos muchas inquietudes de pacientes, preocupados por las dificultades para acceder a las medicaciones en este contexto, farmacias con demoras, obras sociales con atención reducida y, en el medio, ellos con su vida en juego. El impacto terapéutico de estas demoras puede ser significativo y tirar por la borda todo lo que se logró con la medicación”, reconoció Piotrowski.
La sangre no se produce artificialmente, por lo que sólo la donación podrá salvar vidas. Muchos pacientes oncohematológicos necesitan transfusiones y durante estos meses de aislamiento se ha observado una dramática disminución de la cantidad de donaciones. “Es fundamental que quienes puedan donen sangre, porque los pacientes con leucemia y muchos otros necesitan de su solidaridad”, explicó Piotrowski. Al solicitar turno para la donación, la institución emite un permiso para circular ese día.
También es importante ser donante de médula ósea, algo que se puede resolver en cualquier banco de sangre u hospital, es sumamente sencillo, pero puede salvar la vida de alguien en cualquier parte del mundo y el procedimiento -en caso de identificar compatibilidad con alguien que necesite- es mínimamente invasivo, similar a una donación de sangre habitual.
Las células sanguíneas son producidas por la médula ósea. A medida que se dividen y maduran, van transformándose en células sanguíneas de diferentes tipos. Cuando una de las células que va a formar glóbulos blancos cambia y se convierte en una célula de leucemia, ya no madura normalmente y, por lo general, se divide más rápido de lo normal. Las células leucémicas no mueren cuando deberían hacerlo, sino que se acumulan en la médula ósea reemplazando a las normales. En algún momento, éstas pasan de la médula ósea al torrente sanguíneo, incrementando el número de glóbulos blancos en sangre.