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Duermen en carpas, no tienen horarios y afrontan situaciones límites: la historia de los mecánicos, los otros protagonistas del Rally Dakar
Infobae habló con cinco argentinos que trabajan en distintos equipos y categorías. Sus relatos explican por qué la pasión puede más que el estrés, la obsesión y la vorágine diaria
(Desde Arabia Saudita) Los mecánicos son los héroes anónimos del Rally Dakar. No tienen horarios, trabajan en los campamentos con calor, frío, lluvia, viento, lo que sea. Duermen en carpa y el día de descanso es cuando están más ocupados. A diferencia del automovilismo convencional cuya actividad son los fines de semana, acá están más de 20 días a pleno. Pasan Navidad y Año Nuevo lejos de los suyos. Sus tareas va mucho más allá que meterles manos a los vehículos. Hacen de todo y en una competencia tan larga toman un rol protagónico. Son los más sacrificados de la carrera más dura del mundo, pero su pasión lo lleva a no saber lo que es el cansancio. Infobae habló con cinco de ellos, todos argentinos, quienes cuentan sus historias.
La recorrida fue en el campamento de Shaybah y arrancó de día y terminó de noche. Es que todo tiene que estar listo para los pilotos tengan el mejor medio mecánico. Que los competidores puedan lograr su objetivo es el triunfo de todos y cada uno de quienes integran un equipo. Pero el compromiso de los mecánicos es extremo, como esta competencia. El llegar a la meta es para la gran mayoría el triunfo que vienen a buscar. Por eso en la rampa suelen verse todos los mecánicos, ya que sin ellos nada sería posible.
Tampoco tienen boxes de cemento o casas rodantes como puede pasar en un autódromo. No paran y si no hay algo para hacer lo buscan. Retroalimentan adrenalina porque resulta ser su combustible diario. Como la caravana dakariana es una aldea nómade de 5.000 personas, cuando no están sobre las máquinas de competición hacen de choferes de las casas rodantes, camiones o cualquier vehículo de la escudería. Luego arman las carpas que hacen de boxes y preparan todo para recibir a autos, motos, cuatriciclos y camiones.
El cordobés Lucas Valino integra el equipo South Racing Can Am Red Bull, una mega estructura que atiende varios UTV o vehículos areneros. “Después de cada etapa se hace un control general y de acuerdo a los kilómetros se hace el cambio de piezas. Las horas depende del largo de la etapa, de lo que haya que hacer en el coche. El día de descanso es cuando se hace el repaso más profundo del auto. Es el día de más trabajo para nosotros”, relata.
“Muchas veces se pierde la noción del tiempo y cuando te querés acordar estás de vuelta en el otro día sin dormir, pero es lo lindo que tiene esto. La gente que está aquí le apasiona y no importa el frío, el cansancio, si hay lluvia, si uno no duerme”, subraya. “La persona que trabaja en el automovilismo está acostumbrado al frío, pero hay que poner la mejor voluntad. Uno a veces no tiene en cuenta el frío, el calor, el barro”, aclara.
Lucas cuenta que trabajó mucho tiempo en el Rally Argentino y llegó al mundo dakariano “gracias a un piloto que corre acá en el equipo, Fernando Álvarez Castellano (hispano-argentino). Hace un año que estoy trabajando en el equipo y este es mi primer Rally Dakar”. Además, durante el año trabaja parte en la Argentina y luego en el Campeonato Mundial de Rally Raid, cuya primera fecha es el Rally Dakar.
Por otro lado, también hay una escuadra argentina como la de Manuel Andújar, el piloto de que ganó en cuatriciclos en 2021. El equipo se llama 7240 Team y es un grupo de conocidos y amigos de la localidad bonaerense de Lobos. Pablo Domínguez explica que “el laburo depende los días ya que hay diferentes etapas, de cómo llegue el cuatri, el mantenimiento que tenga. Casi siempre son filtros de aire, de aceite, cubiertas, transmisión. Depende la etapa lo dura que sea y los cambios que haya que hacer”.
“Nos levantamos a la misma hora que el piloto, un promedio son las cuatro de la mañana. Si tenemos que ir a otro vivac (campamento) hay que viajar 300/400 kilómetros y al llegar a destino hay que armar las carpas, la estructura y esperar a que llegue el cuatri. Trabajar y dejar todo listo. Y terminamos a la una de la mañana, doce de la noche, diez, pero depende del estado del cuatri”, describe.
Indica que el momento más difícil que tuvieron este año fue “en la segunda etapa que fue un camino lleno de piedras”. “El cuatri llegó todo roto y hubo que hacer un ‘nuevo’ cuatri. Hubo que cambiar todas las piezas del funcionamiento del cuatri para dejarlo en condiciones”, repasa.
Por último, reflexiona que “el Dakar te pone a prueba continuamente en lo personal. Para un mecánico es muy especial porque es la única carrera con tantos días, tan larga, con tantos kilómetros, tantas horas y tiene sus cosas. El Dakar te hace reír y te hace llorar”.
También hay quienes lograron promoverse gracias a pilotos que fueron contratados por equipos oficiales de fábrica como los hermanos salteños Kevin y Luciano Benavides, referentes de las motos. Es el caso de Tomás Salcedo. “Soy el mecánico de Luciano Benavides. Todos los días cuando llega la moto se la lava y se controla que no haya nada roto, se ven los desgastes. Luego se hace un cambio completo de neumáticos, pastillas de frenos, líquidos, discos de embrague. Todo lleva unas cuatro o cinco horas”, afirma.
Quienes no buscan el triunfo el objetivo es “dar la vuelta”, como se le dice en la jerga dakariana llegar al final de la carrera, el día de descanso es la primera gran meta por cumplir. Aunque para los mecánicos esa es la jornada que más desgaste tienen y en ocasiones arranca antes. “Es el día de descanso para ellos, pero es el más duro para nosotros porque se hace todo, se controla y cambia la instalación. Se saca el motor para cambiar pistones y se le hace un service a la tapa de cilindros y se cambia casi todo. Es casi un día y medio de trabajo. Arrancamos cuando llegaron el 8 de enero (el día de descanso fue el 9) a las cinco de la tarde y terminamos al otro día a las seis de tarde. Paramos a las nueve de la noche y arrancamos a las ocho de la mañana del otro día”, comenta.
“Tenemos que saber hacer de todo, no solamente arreglar la moto. Es un poco extremo todo: la comida, el dormir, el manejar. Te desgasta y cansa mucho. Eso parece que a largo plazo te hace un poco obsesivo”, revela Tomás sobre el estrés, que llega un momento que necesitan volver a vivir esta experiencia a nivel humano y profesional: “Cuando termina el Dakar no querés saber nada, pero cuando pasan unos meses querés que vuelva. Es un vicio”.
Una anécdota que recuerda fue “en el Dakar de 2021 cuando ganó Kevin, que yo era su asistente. Tres o cuatro días antes venía tercero o cuarto y de un día para el otro se puso primero y logró ganar la carrera. Ahí sí estuve esos tres días bastante complicado por la ansiedad”.
Sobre su cronograma sostiene que “arrancamos a las dos o tres de la mañana, dos horas antes de que se levanten los pilotos. Preparamos la moto, la prendemos, la controlamos, se le hace un chequeo. Lo pilotos se van y ahí le metemos caravana hasta el próximo vivac (campamento) y tenemos que armar las carpas, el piso, que nos lleva dos horas. Esperamos que lleguen que son unas dos horas y una vez que llegan ahí nos ponemos a trabajar hasta las ocho/nueve de la noche. Luego dormimos tres/cuatro horas y de vuelta a fondo”.
Respecto de trabajar bajo cualquier condición climática, asevera que “es un poco complicado con el frío y lluvia. Las motos llegan y las tenés que lavar mucho. El agua en las motos es difícil por el tema electrónico, pero tenemos que hacerlo”.
Cae la noche en el campamento y el recorrido termina en el sector del mendocino Juan Cruz Yacopini cuya Toyota Hilux es atendida por sus coterráneos Maximiliano Pérez y Gabriel Samponi. “Una vez que llega del especial ahí atacamos. Vemos si tuvo un golpe, si sintió un ruido, si tuvo un pinchazo, lo que fuese. Se termina pasada la medianoche”, cuenta Maximiliano. Gabriel apunta que “no hay horarios, es hasta que se termina”.
“Esta carrera es mitad el piloto y mitad el mecánico. Si el auto no está puesto a punto, el piloto no puede largar. Esto es como una familia”, sentencia Maximiliano, quien recuerda dos breves anécdotas: “Esperarlo (al piloto) hasta altas horas de la noche para que llegue, ir a buscarlo fuera de una pista (el recorrido donde se disputa el tramo de velocidad), llegar y tener que arreglar todo cuando quedan solo dos horas para volver a salir”.
Gabriel explica que “nosotros arrancamos en la época de Alejandro (Yacoponi), el papá de Juan Cruz, así que venimos de varias noches sin dormir. Él corría en la clase T2 que es para vehículos estándar y se sufre mucho con la transmisión”.
Maximiliano destaca que esta competencia “es una pasión. Cuando estás en el Dakar, se termina y a mitad de año volvés a empezar. Revisar que no nos olvidamos de nada. Es una cosa que arrancás y no paras más”. Mientras que Gabriel confiesa a modo de broma que “el día cinco decís, ‘¿qué hago acá? ¿por qué no estoy en mi casa?’ ‘Sol, pileta’”.
Por último, ambos responden por qué contratan a los mecánicos argentinos para el Rally Dakar. “Somos hábiles para revertir muchas situaciones que nosotros vemos que en otros lugares se traban y acá las podemos arreglar. Calculo que habrán visto esa maniobra argentina”, afirma Gabriel. “Será porque somos únicos, especiales. Nosotros lo arreglamos con alambre”, concluye Maximiliano.
Los cinco testimonios coincidieron en la hablar de pasión por lo que hacen. Eso explica cómo un grupo de trabajo sobrevive a tres semanas de ardua labor en medio de una vorágine y estrés que no se detiene. Por algo el Rally Dakar es la carrera más dura no solo para los pilotos. Ellos tienes un papel estelar, pero sin el rol protagónico de los mecánicos nada sería posible.