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Ciencia

El sorprendente parecido de un paisaje patagónico con el suelo de Marte

Rocas Coloradas, a 20 kilómetros de Comodoro Rivadavia, tiene planicies y terrazas terracota, igual que el planeta rojo. ¿Por qué?

En rincón de la Patagonia enmarcado por dos horizontes: la inmensidad de la tierra atravesada por el viento del desierto, la eternidad profunda del mar.

Bajo un cielo igual de infinito se elevan cerros, mesetas, acantilados; se arquea la piedra para dar lugar a las bahías, las playas solitarias, el reflejo del sol contra las olas.

Nada que no exista en otra parte de esta región mítica de la Tierra. Pero acá además hay “meteoritos”, un valle lunar, una arcilla extrañamente rojiza.

El paisaje recuerda a las imágenes de Marte que nos envían una sonda y un robot ubicados a millones de kilómetros de nuestro planeta. Sin embargo, todavía estamos aquí.

Un robot rover en la superficie de Marte. Foto: NASA.Un robot rover en la superficie de Marte. Foto: NASA.

Rocas Coloradas, esta reserva natural ubicada a veinte kilómetros de la ciudad de Comodoro Rivadavia, en la provincia de Chubut, combina lo terrenal con lo astronómico.

Nos rememora un paisaje marciano y nos envuelve con una magia venida de este y de otros mundos.

La superficie es rojiza por su propia historia geológica, que se podría sintetizar en seis etapas. La primera ocurrió cuando el océano Atlántico inundó esas costas hace 65 a 62 millones de años.

La segunda, luego del retroceso del mar, hace 62 a 42 millones de años. En esa etapa se ubica el período en que se depositaron las rocas rojizas provenientes de la cuenca del río Chico, que tiene esa coloración por la presencia del mineral feldespato.

El mar volvió a inundar y abandonar la zona dos veces más y el paisaje terminó de moldearse en otras dos etapas: de erosión y de acumulación de depósitos.

Un área natural protegida

Ubicada al sur del Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral, el Área Natural Protegida Rocas Coloradas nació el 26 de noviembre de 2020, después de una larga historia.

El Área Natural Protegida Rocas Coloradas, en todo su esplendor. Foto: Gentileza Secretaría de turismo CR.El Área Natural Protegida Rocas Coloradas, en todo su esplendor. Foto: Gentileza Secretaría de turismo CR.

La zona fue descubierta en tiempos posteriores a la llamada “Conquista del Desierto”.

El pequeño poblado de Sarmiento, a medio camino entre el mar y la cordillera de los Andes, necesitaba un puerto a donde llegaran las provisiones.

El lugar elegido fue a la vera del Cerro Chenque (“sepultura” en idioma tehuelche o aonikenk), utilizado por los nativos como cementerio.

Así se fundó Comodoro Rivadavia, el 23 de febrero de 1901. Muchas familias se desarrollaron alrededor de ese puerto, pero más aún a partir del descubrimiento de petróleo, seis años más tarde.

Los primeros pobladores eran inmigrantes europeos, principalmente boers sudafricanos y galeses.

Fueron ellos los que descubrieron este paraíso patagónico con reminiscencias marcianas que ocupa 95.000 hectáreas, incluye un bosque petrificado de coníferas de más de 60 millones de años de antigüedad, una laguna de agua roja, un Valle Lunar y un Monte de los Meteoritos.

Las tonalidades terracota del Valle Lunar se combinan en mesetas aplanadas y agrietadas que le dan un aspecto similar al que se encuentra en el satélite terrestre, rasgo que resalta su alto valor geológico.

El Monte de los Meteoritos tiene rocas de distintos tamaños esparcidas sobre un suelo altamente erosionado. En realidad, lo que se ve son relictos (estructuras o minerales que provienen de una piedra madre).

Rocas en el Valle de los meteoritos de Rocas Coloradas. Foto: Secretaría de Turismo CR:Rocas en el Valle de los meteoritos de Rocas Coloradas. Foto: Secretaría de Turismo CR:

Son rocas erosionadas que incluyen fragmentos de fósiles marinos de aproximadamente 20 millones de años.

Todo enmarcado por un encadenamiento de mesetas donde el pico Salamanca, de 576 metros de altura y forma de volcán, señorea en el horizonte.

En ese desierto atravesado por vientos que solo existen en los confines del mundo viven animales que nos devuelven a la realidad.

Un paisaje marciano, captado por el robot Perseverance. Foto: NASA.Un paisaje marciano, captado por el robot Perseverance. Foto: NASA.

No estamos en el espacio, aunque por momentos nos sintamos tan solos en ese paisaje que es inhóspito y cobrizo.

Guanacos, pumas, zorros, liebres patagónicas (maras), el choique o ñandú patagónico, aparecen y se escabullen entre la vegetación, compuesta por arbustos bajos, pinchudos, secos, con forma de un almohadón donde sentarse a respirar el aire que mezcla el aroma del tomillo de campo, el té pampa, el romerillo y el mar que revienta de espuma en la playa.

En total, el área abarca 569 kilómetros cuadrados de superficie en tierra, treinta kilómetros de costa y 352 kilómetros cuadrados de mar, donde llega hasta los 80 metros de profundidad.

Ahí el paisaje marciano cambia: ya no estamos en el planeta rojo, ahora flotamos en el espacio.

Un azul profundo y silencioso; la silueta oscura de una ballena franca como una nave nodriza, toninas overas barrenan las olas con su apariencia alienígena. Y lobos marinos, petreles, cormoranes… Rocas Coloradas es como un sueño donde los planetas se confunden, la realidad se detiene, la naturaleza es sinónimo de Universo.

Rocas Coloradas también tiene sorpresivos espejos de agua. Foto: Secretaría de Turismo CR.Rocas Coloradas también tiene sorpresivos espejos de agua. Foto: Secretaría de Turismo CR.

Como si se tratara de un portal abierto en el espacio-tiempo, ofrece también un viaje a un pasado de millones de años.

De lo que fue un pantano quedan los troncos de los árboles petrificados, pero también fósiles de cocodrilos, tortugas y un animal parecido al ornitorrinco, especie que alguna vez pobló estas tierras y que luego quedó recluida en Oceanía.

Pero estas rocas coloradas también fueron parte del lecho del mar y por eso se encuentran moluscos, caracoles y ostras que alguna vez fueron seres vivos y hoy también son fósiles que nos enseñan que vivimos en un planeta en transformación.

Por eso volvemos al sueño: otra vez la soledad extrema, la tierra roja.

El secreto mejor guardado

Lejos de los bosques de la cordillera, la nieve y los lagos paradisíacos, la Patagonia árida es el bioma más extenso de nuestro país y, sin embargo, el menos explorado.

La excepción es la zona de Puerto Madryn y su península Valdés, que atrae a miles de turistas cada año. Pero hay más al sur de ese popular destino turístico.

En los últimos tiempos, Rocas Coloradas, su ciudad más próxima, y sus alrededores comenzaron a erigirse como una opción novedosa.

Ideal para quienes quieren profundizar en la exploración de esta tierra mítica que supo estar poblada por tribus nómades que recorrían la estepa haciéndole frente al viento, al sol implacable y a la escasez de agua.

En Comodoro Rivadavia, los barrios de Caleta Córdova, con su feria gastronómica que ofrece exquisiteces como las empanadas de langostino o de centolla, la vedette de la zona, así como el barrio General Mosconi, cuna del petróleo argentino, son una invitación a conocer el pasado, a bajar las pulsaciones hasta vibrar al ritmo de un pueblo y a descubrir las pintorescas casas de chapa que levantó YPF a principios del siglo pasado.

El faro de San Jorge se yergue desde 1925; el farallón habitado por cormoranes, gaviotines y palomas antárticas; el mirador del Cerro Chenque que abarca el paisaje urbano enmarcado por el mar y la meseta, son algunas de las atracciones más cercanas en esta ciudad de 200.000 habitantes conocida como “la capital del viento”.

Con sus calles que suben y bajan siguiendo los caprichos de la meseta, sus caminos rodeados de matas, generadores de energía eólica y torres de petróleo, Comodoro Rivadavia es la ciudad más grande de esta parte de la Patagonia y una oportunidad para conocer su naturaleza, historia y cultura.

Aquí se puede visitar la antigua estación que dio cobijo al único tren que alguna vez se subió a sus rieles resecos con su carga de lana e insumos.

Aquí se llevan a cabo la Feria del Libro más grande fuera de Buenos Aires, la Feria Internacional de Turismo y otra de Gastronomía que congrega a productores locales de los más exclusivos sabores gourmet. Además hay un paseo costero de cinco kilómetros, ideal para caminatas, y se organizan excursiones nocturnas y bicicleteadas, entre muchas otras opciones.

La ruta azul

Hacia el sur de Comodoro y después de unos pocos kilómetros y de una bajada pronunciada en un desvío de la ruta 3, brilla con luz propia Rada Tilly, el balneario más austral de nuestro país.

La silueta inconfundible de su Punta del Marqués y sus playas extensas de arena (toda una rareza en una costa donde las playas son de canto rodado), invitan a los deportes como el surf, el carrovelismo y el buceo.

Las vistas son tan inabarcables como increíbles. La fauna prospera en más áreas protegidas.

Hacia el sur, la ruta 3 bordea el océano y se convierte en “la ruta azul”. El nombre lo dice todo.

Pero volvamos a Rocas Coloradas, ese escenario marciano de tierra rojiza, formaciones geológicas imposibles y un aire brumoso donde la fauna silvestre parece venida de otros mundos. El terreno apenas está explorado, excepto por el trabajo de especialistas de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

Sus amaneceres con el sol recortado contra el horizonte marino solo compiten en belleza con atardeceres ocres pintados con esbozos de nubes que parece llevarse el viento.

La pesca, el trekking, el avistamiento de animales, son algunas de las actividades terrestres que el turista con ganas de vivir una aventura diferente puede intentar para volver a contactarse con la Tierra que nos cobija.

De noche, las estrellas fugaces y las que titilan como en cascabel nos abren una ventana al Universo.

Un paisaje terrestre y uno marciano, y todo lo que aún queda por descubrir de esta maravilla natural para quienes se animen, como astronautas viajando a lo desconocido, a dar ese pequeño gran paso sobre esta tierra roja de un horizonte infinito.

Marte, planeta rojo

El robot Perseverance, que está recorriendo la superficie marciana desde el año pasado, está enviando imágenes con detalles asombrosos de su suelo (foto). Y confirmando, además, las especulaciones que se tenían hasta el momento sobre el origen de su coloración tan particular. En la revista Scientific Reports, publicaron que uno de los motivos principales es la intensa oxidación que produce, en una atmósfera sin oxígeno, la pirita. Ese material es un disulfuro de hierro que, en la Tierra, es muy común. Al disolverse, las micropartículas de este mineral –formado casi en partes iguales por hierro y azufre– generarían una reacción de sulfatos y óxidos de hierro, dando así el típico color rojo.

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