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Tecnología

Los satélites argentinos que cambiaron la historia espacial y ahora buscan llegar a la India

Satellogic se creó en el año 2010, fue incubada en la rionegrina INVAP y luego se independizó y mudó sus oficinas a Buenos Aires. Ahora busca dar servicios satelitales a India.

Tal como se hizo en el pasado, la Argentina buscará dar servicios satelitales a India, un intercambio que comenzó hace más de una década fruto de una cooperación internacional entre la Agencia India de Investigación Espacial (ISRO), la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), la empresa india Kepler Aerospace y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Durante la etapa de lanzamiento, los satélites tienen que ubicarse en su órbita y poder apuntar sus antenas a la Tierra. Pero, una vez que las estaciones de India pierden de vista a los satélites por su rotación –y no pueden establecer comunicación– ahí es adonde entra en juego la posibilidad de brindar servicios desde el sur del continente americano. La estación satelital terrena que la Argentina tiene en Bariloche, en Río Negro, puede recibir la información del satélite y enviarle instrucciones, lo que permite mantener la comunicación, bajar el riesgo de las misiones y garantizar que puedan acomodar en su órbita y tener continuidad en su servicio.

Cuando se creó la empresa argentina Satellogic, en el año 2010, fue incubada en la rionegrina INVAP y luego se independizó y mudó sus oficinas a Buenos Aires. Al momento de lanzar sus satélites encontraron que muchas horas no tendrían visibilidad por lo que, gracias a la relación que habían establecido con profesionales que trabajaban tanto en el Instituto Balseiro como en la CNEA y el Centro Atómico Bariloche, impulsaron la instalación de una estación terrena para mantener la comunicación con los satélites durante la etapa de lanzamiento y puesta en en órbita.

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«La agencia espacial india quería darle servicio a unos satélites chicos que lanzaron desde allá y no los veían durante muchas horas. Así se inició el convenio y ampliamos la base terrena», recuerda Costanzo Caso.

El jefe del Departamento de Ingeniería en Telecomunicaciones del Centro Atómico Bariloche, Pablo Costanzo Caso, recordó esos momentos y le dijo a TSS: “Hace algo más de una década hubo todo un movimiento de inversiones del Estado y de los privados en desarrollo de satélites, que dio el pie para la creación de la Carrera en Telecomunicaciones del Instituto Balseiro y la estación terrena de Bariloche. Cuando Satellogic era una empresa chiquita, que lanzaba sus primero satélites desde China, no tenían visibilidad desde Buenos Aires de la primera etapa del vuelo del satélite, por lo que nos pidieron si podíamos hacer una estación terrena para tener comunicación con ellos. Así fue como empezamos a bajar esa información acá en Bariloche y la retransmitíamos a Buenos Aires. Eso nos puso en contacto con la CONAE porque la agencia espacial india quería darle servicio a unos satélites chicos que lanzaron desde allá y no los veían durante muchas horas. Así se inició el convenio y ampliamos la base terrena, ya que no solo necesitábamos recibir la información, sino también trasmitir comandos”.

El trabajo del seguimiento de estos satélites indios finalizó en enero de 2023 pero se sigue dando soporte cuando entran en emergencia por algún problema y ya hubo contactos para repetir esta experiencia con otro satélite que está en desarrollo. “Fue un trabajo muy interesante porque estábamos trabajando con una empresa y horarios del otro lado del mundo, a contrarreloj. Nos llevó mucho tiempo hacer los convenios y el satélite ya tenía fecha de lanzamiento. Todo funcionó muy bien, el satélite está en órbita y gracias a eso tenemos un precedente para cuando lancen el próximo, ya que la idea es dar el mismo servicio”, explicó Costanzo Caso.

A diferencia de las estaciones terrenas para satélites geoestacionarios, que están a 36.000 kilómetros de distancia de la Tierra, la estación de la CNEA es para comunicación con satélites pequeños que están en una órbita más baja y por eso van a más velocidad: dan cuatro o cinco vueltas a la Tierra por día. Por lo general, no son de comunicaciones, sino de observación o de aficionados, y tienen una vida útil más corta que los primeros.

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«Estamos trabajando en una solución para hacer el enlace de satélites de órbita baja con uno de órbita geoestacionaria», diceCostanzo Caso.

A través de un trabajo que realizó el Departamento de Ingeniería en Telecomunicaciones del Balseiro para el diseño de la Red Troncal de Fibra Óptica de la provincia de Río Negro, el grupo de investigación que dirige Costanzo Caso entró en contacto con la empresa Slyloom, en Estados Unidos. “Para trabajos de comunicaciones ópticas nos relacionamos con esta empresa que está fundada por argentinos, que busca que los satélites se puedan comunicar entre ellos por láser y que luego la información sea retransmitida a la Tierra. El problema de los satélites de órbita baja es que dan muchas vueltas terrestres y entonces la visibilidad que tienen para las estaciones es de un tiempo corto. En cambio, todo el tiempo pueden estar viendo a un satélite geoestacionario con el que se podrían comunicar y así poder dar cobertura en forma continua. Entonces, trabajamos en una solución con esta empresa para hacer el enlace de satélites de órbita baja con uno de órbita geoestacionaria. Desarrollamos un prototipo que emula ese enlace en el laboratorio, con una transmisión de información de 20 gigabits por segundo. No está hecha la aplicación todavía porque hay muchos aspectos que ver antes de poder ponerlo en un satélite, como solucionar problemas de vibración, de apuntado y demás. Nosotros trabajamos con el hardware y la parte física más que con los protocolos. Usamos luz infrarroja de banda C y vamos variando la frecuencia, la fase, la polarización y así podemos enviar más información en menos tiempo. Todavía es un prototipo de laboratorio”, dijo Costanzo Caso.

Y agregó: “Cuando uno piensa en una solución óptica para un satélite es porque se necesita transmitir mucha información, pero se agregan otras dificultades. El haz de un láser debe estar apuntado con mucha precisión y la comunicación entre dos satélites que se están moviendo y no tienen alguien para apuntarlos, implica una dificultad muy grande. Pero si el proyecto lo amerita y justifica, su precio es muy eficiente porque toda la energía que genera un láser es recibida por el otro satélite. Cuando uno usa una antena para transmitir información no necesita apuntar tan bien pero pierde mucha energía que no es aprovechada”.

El mismo grupo de investigación de la CNEA también desarrolla chips fotónicos. En este tipo de microchips, en lugar de enviar la información por un pulso eléctrico, es decir, por electrones, se envía a través de la luz, por fotones.“En el  grupo estamos trabajando en estos dispositivos con una aplicación muy concreta, como filtros con conversores que procesen la luz para asistir a la electrónica ya desarrollada, de manera que se puedan liberar los requerimientos que hay sobre la electrónica, que está el límite de su velocidad”, dijo Costanzo Caso.

Con información de la Agencia TSS

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