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Ni el dinero, ni la fama, ni los lujos: cuál es el método Bielsa para elegir los clubes que dirige
Lo buscaron Real Madrid, Barcelona y otras potencias, pero él optó por apoyarse en sus procedimientos para terminar volcándose por el Lille francés, el Leeds inglés o el Athletic Club de Bilbao. Cómo toma las decisiones uno de los entrenadores más elogiados por los futbolistas y sus colegas
La estación de servicio sobre la ruta, la plaza como centro estratégico e imán de los edificios primordiales para su funcionamiento, el almacén, el club, el boliche donde los adictos a las anécdotas comparten el vermut de cada día. Con un par de manzanas por lado que hacen convivir en perfecta armonía a las casas bajas con la naturaleza, y rodeado por un horizonte verde que huele a interminable, Máximo Paz es uno de esos pueblos en el que todos se conocen. Nada rompe la parsimonia de ese paraíso terrenal. Marcelo Bielsa es uno más. Los tres mil habitantes pueden cruzárselo algún día caminando por ahí, tal vez yendo a hacer las compras. No harán más que saludarlo con un gesto cálido o una palabra. Es uno más, mimetizado entre el silencio del campo familiar que alguna vez fue de sus suegros, los padres de Laura. Ese pueblo a una hora de Rosario, recostado sobre la Ruta Provincial 90, objeto de tantas crónicas deportivas, es quizás el fortín del Loco. El lugar elegido muchas veces para poner en práctica el puntilloso método Bielsa a la hora de elegir sus trabajos. Su lugar en el mundo que siempre parece estar persiguiendo cada vez que se muda por obligación, ya sea a Bilbao, en Chile, en Francia o en Leeds.
Marcelo sabe que el imponderable es parte de la esencia del fútbol, pero también tiene claro que todo lo que pueda planificar tiene que estar previamente analizado. Bielsa tiene sus recetas. Ni mejores, ni peores. Métodos que le impidieron casi por principios juntar a Batistuta y Crespo en cancha durante su estadía en la selección argentina. Métodos que lo transformaron casi unánimemente en un entrenador elogiado por la amplia mayoría de sus dirigidos y colegas. No hay novedad en decir que tiene una planificación precisa para comandar a sus equipos, pero poco se ha explicado sobre el sistema que pone en marcha cada vez que elige una oferta de trabajo.
Inter de Italia, Barcelona, Real Madrid, Lazio, Sevilla, Real Sociedad, River, Boca, Santos de Brasil, las selecciones de México, Estados Unidos y Colombia… Una simple lista de muestra que enumeran en privado personas que lo conocieron. Todos estos espacios lo tuvieron en sus planes en distintos momentos de las últimas tres décadas, pero no pasaron –por diversos motivos– el estricto filtro Bielsa que sí lograron sortear Vélez, Atlas de México, Athletic Club de Bilbao, Olympique de Marsella, Lille o Leeds. Un organigrama que ya podría olfatearse desde que emigró de Newell’s al fútbol mexicano, pero que el paso del tiempo perfeccionó. ¿Por qué unos sí lograron seducirlo y otros no?
“Creo que en ese sentido él no ha cambiado. Siempre fue así. Rompe la media de los entrenadores para tomar clubes. Él lo hace a través de un estudio minucioso de lo que es la institución, la gente que lo preside y demás. El proyecto debe ser aceptado desde la A hasta la Z”, quita uno de los velos del misterio Mario Zanabria en diálogo con Infobae. Él es un ejemplo de las semillas del método Bielsa: apenas llegó a México, en su primer trabajo oficial fuera de la Lepra, el Loco realizó entrenamientos ocultos y evaluó que faltaba material para alcanzar los objetivos. Propuso transformarse en director deportivo por un año para fundar las fuerzas básicas (inferiores) del Atlas y contratar a Zanabria como DT del primer equipo. En la siguiente temporada, con su estructura ideal montada, él ya sí se haría cargo de los profesionales. Así fue y todavía hoy se recuerda las cosechas de Bielsa: surgieron Rafa Márquez, Pavel Pardo, Jared Borgetti y otros baluartes que brillaron años más tarde.
Marcelo realiza una especie de check list antes de confirmar el desembarco a un club. Algunas que otras veces, sumergido en la tranquilidad de Máximo Paz, cerca de esa habitación repleta de videos de fútbol que tiene en su campo donde algunos pocos privilegiados degustaron un asado, el Loco evalúa minuciosamente cada aspecto de las propuestas que recibe. Aquellos que lo conocen recuerdan que una vez llegó un contacto desde el millonario fútbol árabe. Viajó y volvió. Sólo hizo un comentario risueño sobre lo extraño de los aires acondicionados en los estadios.
Lo económico es el último aspecto a tratar, un dato no menor en lo que todos coinciden. “Nos sentamos con él en un hotel 12 horas. Vimos que tendríamos que explicarle la visión y el potencial de Leeds. Mi trabajo era que firmara el contrato y negociar las condiciones comerciales. Fue muy frustrante porque no conseguí que se interesara por nada de eso”, describió sobre las tratativas que tuvo con el Leeds el CEO de ese club Angus Kinnear en el documental Take us home. “Habremos negociado 25 o 30 días y lo económico apareció el último día. Nunca se habló de lo económico, a él no le interesaba”, refuerza el concepto para este artículo Harold Mayne-Nicholls, el presidente de la federación chilena que lo contrató en 2007 para la selección.
Pero este no es el perfil sobre un altruista. Bielsa hace valer su reputación, aunque eso jamás es una condición sine qua non como sí lo son el resto de los ítems del listado. Antes que hablar de plata debe evaluar muchos focos que considera cruciales. “Las cifras son las que maneja el fútbol y son ofensivas para la gente. Por lo cual expresarse sin mentir es muy difícil”, respondió en el 2007 tras asumir en Chile, en una de las pocas veces que hizo alguna referencia sobre su contrato y los exorbitantes montos que predominan en el ambiente.
Ese hombre sencillo, campechano, por momentos desapegado de la ostentación de lo material que tanto caracteriza a esta era, primero busca un lugar ideal. Nunca tuvo representante ni intermediario. Apenas alguien de confianza que en alguna ocasión puede asistirlo con los contratos. Cada oferta que lo seduce pasa por un primer ritual: anota escrupulosamente, de puño y letra, en cuadernos, fichas u hojas de block lo que considera vital en la negociación.
“El proceso necesita de un tiempo acorde. Muchas veces llaman de un día para el otro, pero él normalmente no agarra equipos en el medio de temporada. Eso obedece a que tiene que hacer un análisis profundo del equipo, la institución, la estructura, un estudio profundo de cada jugador. Es terrible el trabajo minucioso que hace y la radiografía tiene que ser muy estricta. A partir de ahí él toma la decisión en lo deportivo”, reseña un hombre cercano que opta por resguardar su nombre.
“Lo más importante para él son los futbolistas, los jóvenes del club, el proyecto deportivo en los juveniles, el lugar acorde para desarrollar la tarea. No le alcanza con una sola cancha para entrenar, por ejemplo”, echa mayor claridad Claudio Vivas, histórico ayudante de Marcelo que hoy lleva las riendas como DT principal del Bolívar.
Primero mira con su lupa lo futbolístico: cómo juega el equipo, la edad promedio del plantel, cuán fértil es la tierra de las inferiores, qué estilo de juego predomina en esa institución. Su obsesión histórica por los datos facilitan esa primera escala. Tres anécdotas lo pintan a la perfección. “Quizás en ese momento no hizo todo el análisis que hace hoy, pero hablamos un día a la mañana y a la tarde estábamos charlando con él en Rosario. No tuvo tiempo de investigar. Sin embargo, nos sorprendió por todo lo que sabía de Vélez”, detalla Raúl Gámez, presidente de Vélez en 1997 cuando desembarcó allí Marcelo. “Conversé con él cuando tuvo la oferta de la selección de Chile, que fue un proceso larguísimo como de dos meses. Él no se deja seducir por cosas rápidas, tiene que estudiar. Una vez me llamó, estaba en Rosario y me pidió que lo llevara a su campo. Me dijo: ‘¿A usted no le molesta que me siente en el asiento de atrás? Porque atrás voy con revistas de Chile –tenía muchas revistas– y voy mirando’”, aporta Ricardo Lunari, un Bielsa boy de la primera era de Newell’s que fue una de las tantas fuentes de consulta del Loco por su paso por el fútbol trasandino. “Lo que más me sorprendió fue la primera reunión que tuvimos: me trajo una lista que tendría unos 60 o 70 jugadores distintos de la liga chilena, de primera y primera B. Con toda una estadística. Fuimos conversando de los distintos jugadores y no es común que los entrenadores que no están conozcan tanto”, coincide Mayne-Nicholls. Chile, a juzgar por el rompecabezas armado, fue el primer lugar donde se desplegó casi por completo el método Bielsa.
La línea de engranaje continúa hacia un proceso de búsqueda de identidad, de arraigo, un destello que lo apasione: la cultura francesa (Lille y Marsella), ser la bandera del barrio más pobre del país (Marsella), la defensa de una etnia (los vascos de Bilbao) o el clásico incorporado (en Espanyol de Barcelona). Al fin de cuentas, la persecución del primer amor: “Pertenezco a una institución que en los años 80/90 la diseñó Jorge Griffa que es Newell’s Old Boys de Rosario. En aquella época tenía un punto en común con este club: se nutría casi exclusivamente de sus propios jugadores, formados en sus divisiones menores. Como había ese punto de coincidencia, yo siempre me informaba sobre la operatoria de este club. Este es un club que tiene un sentido romántico, señorial, todas cosas que a mí particularmente me resultaron atractivas”. Esa fue la propia explicación del Loco cuando priorizó al Athletic Club de Bilbao (2011) por encima del Inter italiano. El combinado vasco fue quizás el punto donde más referencias halló al “sitio que ha marcado mi vida”, el “club al que pertenezco”, según él mismo definió a NOB tras ascender con el Leeds.
“Necesita que los equipos tengan una vinculación con el juego de él, con la pasión que le pone a cada partido, a cada aliento. Claro que sí, corre eso”, refuerzan sobre la teoría de que Bielsa busca un hilo rojo entre el club y la ciudad donde le tocará dirigir.
Tras perseguir la estela del aroma rosarino por cualquier parte del mundo, Bielsa avanza en las conversaciones formales: momento de inspeccionar en persona las instalaciones, los cuerpos de trabajo, los recursos disponibles. “Él necesita tener potestad para poder manejar la parte deportiva. Hacer y deshacer lo que sea referente al primer equipo y disposición absoluta en la toma de decisiones en lo deportivo. Necesita de los campos de deportes, de cierta infraestructura, materiales, jugadores jóvenes para que puedan hacer de sparring. Muchas cosas que salen de lo cotidiano y que quizás en otros clubes no se pueden hacer”, describe alguien que conoce la cocina del DT. Este enfoque primordial para Bielsa es también un ejemplo para entender por qué sería difícil verlo al mando de una potencia del mundo: los clubes más importantes de Europa cuentan con una estructura repleta de directores de área, casi con un enfoque burocrático del deporte, y eso imposibilitaría la concesión de todos sus innegociables requisitos.
En esa primera aproximación al nuevo club, aparece el otro lugar que siempre parece transitar por su mente: Máximo Paz. Analiza la ciudad donde vivirá, el ritmo que predomina, las relaciones interpersonales. Se transformó en habitual durante sus últimos trabajos escuchar noticias sobre las reformas que exigió en los centros de entrenamiento de cada entidad en la que desembarcó, como así también sus sitios escogidos para vivir. La Domaine de Luchin del Lille, un complejo de entrenamiento dominado por la naturaleza. El Hotel Embarcadero frente al mar en Bilbao. El tranquilo pueblo de Wetherby a cinco kilómetros del centro de entrenamiento de Leeds. O el Complejo de Pinto Durán, alejado de la zona céntrica de Chile pero con la posibilidad de tener una ventana diaria a la cordillera: “No me perdonaría, me dijo, si no viera esta maravilla todos los días”, recordó Mayne-Nicholls.
Es habitual, además, que aparezcan fotos de fanáticos sorprendidos por verlo caminando por la ciudad como un vecino más; como si se tratara de Máximo Paz, ese pueblo que en el 2002 se convulsionó con una multitudinaria caravana que lo acompañó tras el “peor fracaso de la historia” de Argentina, según él mismo definió a ese hecho en una enardecida conferencia en Lille. En cada estadía fuera de su tierra natal también logra la misma atmósfera que creó con los vecinos del campo familiar: todos lo tratan como uno más, no invaden su privacidad y prefieren no contar detalles de su vida diaria para respetar su histórico hermetismo.
“Los temas de conversación eran diversos y pocas veces nos quedábamos en cuestiones superficiales. Conversábamos sobre el mundo, la política de Euskal Herria, del referente de unión que era el Athletic, de su historia, de la masa social del club, de la importancia del liderazgo, de la importancia de los valores y del proceso, de mi visión global del club en aquel momento concreto, del por qué me presentaba a las elecciones y cuáles serían mis objetivos al presentarme, intercambiábamos impresiones concretas de jugadores, de la plantilla, de Lezama, de sus convicciones a la hora de trabajar, de su método de trabajo”, lo grafica para Infobae Josu Urrutia Telleria, ex presidente del Athletic y miembro actual de la consultora Ask+.
“Me llamó la atención que no me preguntaba solo sobre fútbol, de jugadores. En un momento se empezó a interesar por cosas que normalmente a los técnicos no les importan demasiado: cómo era la vida en Santiago, dónde entrenaba la selección, qué buenos estadios había, cómo era la vida en Chile, la sociedad chilena, si Santiago tenía subterráneos… Cosas que tenían más que ver con la forma de vida”, revive Lunari sobre esas charlas previas a que asumiera el control de mando de la Roja. En Leeds encontró varios de estos puntos previamente detallados: una ciudad identificada con un club, pasional como su Newell’s amado y con un apartado campestre como su cálido Máximo Paz, todo ese combo en una institución que además le permitía emitir su opinión en cada aspecto de lo deportivo.
No todo es color de rosa. Los planes tienen sus imponderables y pueden salir mal. Se altera el procedimiento y no hay demasiadas concesiones. Cada una de sus condiciones queda registrada prolijamente en las negociaciones por mail u otras vías de comunicación. Eso será la prueba de que no quebranta ningún compromiso si algunas de sus pretensiones previamente advertidas no se llevan a cabo, ya sea la contratación de uno de los refuerzos o las obras requeridas en los centros deportivos. Debe ver indicios de que aquellos que quieren contratarlo están en armonía con sus métodos. El ejemplo Lazio ocurrido en 2016 es contundente: renunció al mes de haber iniciado un “programa de trabajo” con los directivos, al considerar que incumplieron varios puntos.
“Tomamos esta decisión porque después de cuatro semanas de trabajo en común con ustedes, no pudimos lograr ninguna de las siete incorporaciones previstas en el ‘Programa de Trabajo’ expresamente aprobado por el presidente, Claudio Lotito. Teniendo en cuenta que también se consideró la salida de 18 jugadores que actuaron en la temporada anterior, la llegada de los refuerzos resultaba necesaria de acuerdo a los plazos programados”, fue uno de los fragmentos donde brindó argumentos para justificar su renuncia a días de comenzar la pretemporada y sin llegar a dirigir. El máximo directivo del club romano amenazó con presentar acciones legales, pero el acuerdo que había pactado Bielsa era claro y no había demasiadas formas de contrarrestar el incumplimiento al “programa de trabajo”. Su dogma derrumbó el castillo de la aventura italiana con un suspiro.
En cambio, si los eventos evaluados previamente fluyen en sintonía con sus deseos inicia uno de los saltos finales: el test a los directivos; los líderes del proceso y aquellos que estarán cerca en el día a día. “Creo que lo que puedo aportar articula con lo que la estructura y la organización requieren. Las instalaciones son inmejorables y estimulan el trabajo. Trabajar con Luis Campos (director deportivo) presupone un aporte muy importante en cuanto al diseño del plantel. Y el fútbol tiene algo de industria y mucho de pasión, y las proporciones que yo he observado en Gerard López (presidente) y en Marc Ingla (director general) se corresponden con mis sentimientos”, descubrió con su sublime vocabulario este punto cuando se trepó a la silla de montura del Lille. Una radiografía 4D de aquellos que iban a ser diariamente parte de sus procedimientos.
Con casi todo aprobado, Bielsa profundiza el camino rumbo a las salidas posibles del plantel y las contrataciones probables (habitualmente entrega una lista en orden jerárquico con cinco opciones, el primero es el óptimo y el quinto el posible, según recuerda alguien que conoce en cierta profundidad sus procedimientos). También empieza a darle forma a su cuerpo técnico, donde lógicamente hay obsesiva precisión: puede pedir la sustitución de un profesional con el que quizás no hay concordancia en las formas de trabajo o encandilarse con un auxiliar que está en el club y que incluso luego puede terminar uniéndose al grupo de tareas en la próxima aventura.
Hay un aspecto más, que quizás no está tan predeterminado como los anteriores, pero que es fundacional para iniciar cualquier análisis: en la plaza en cuestión tiene que ondear la bandera del desafío. “Creo que él busca retos bonitos y acá encontró uno verdaderamente lindo: un club grande por historia, por número de seguidores, por peso específico. Seguro en el mundo hay equipos más ricos y que llevan más años ganando títulos, pero Leeds United es un símbolo mundial. Y eso le da grandeza también. Es un one club city, tiene una trascendencia brutal en la región. Y también la química con Víctor Orta (director deportivo), creo que todo eso ha influido para que viniera”, nos explica Gaby Ruiz, integrante de la dirección deportiva del Leeds. “Me parece que a él lo motivan las grandes dificultades, como que le gusta subir montañas muy altas. Le gusta iniciar un trabajo prácticamente desde cero y demostrar que con trabajo, dedicación, corazón y pasión se pueden lograr las cosas”, comulga Lunari con la idea.
Aquellos que han curioseado estas pautas de entendimiento a lo largo de los años hablan de un nivel de “refinamiento” que es inimaginable. “Todo lo prevé”, advierten. “Es ceremonial. Tiene pautas”, indica otra de las personas que optan por resguardar su identidad y dar una poca información a cuentagotas por respeto. Esto también forma parte del mundo Bielsa: para intentar dar una cierta precisión sobre la articulación de sus mecanismos hay que armar un verdadero rompecabezas que tiene las piezas desperdigadas por el laberinto de la discreción que requiere a sus cercanos.
Seguramente todos estos procedimientos puntillosamente estudiados son los que colaboran en alimentar ese mote de Loco que se ganó hace ya muchos años. Este método para aceptar trabajos también se ajusta a la propia explicación que dio Marcelo para contar el porqué de su apodo durante su paso por Marsella: “Algunas respuestas que elijo para resolver determinadas situaciones no coinciden con las que se eligen habitualmente”.
¿Demasiado loco o demasiado cuerdo?