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Politica

“Nos cargamos a un fotógrafo”, la inquietante frase de los asesinos de José Luis Cabezas horas después del crimen

El reportero gráfico de la revista Noticias fue asesinado por orden de Alfredo Yabrán en Pinamar. Ninguno de los condenados está preso en la actualidad.

José Luis Cabezas, el reportero víctima de una época de poder desmadrado cumpliría 60 años este martes. El 25 de enero 1997, un subcomisario y cuatro ladrones de filiación rasposa, lo mataron en una cava abandonada de Pinamar. Los disparos mortales resonaron esa madrugada en la ciudad balnearia, paraje top de políticos encumbrados y empresarios relevantes, pero también conmovían a la Argentina hasta los escombros.

Los dos tiros en la nuca habían tramitado por la impunidad de un poderoso, respaldado por una legión de policías bonaerenses, ex integrantes de las fuerzas armadas y la complicidad silente de la Casa Rosada. La ejecución respondió a la venganza por un acto simple: la foto de frente, de cuerpo entero, al dueño del emporio postal más grande del país, Alfredo Yabrán.

La toma fotográfica de José Luis, fue en plena playa pinamarense, en el balneario Marsella, a la luz del día. Demasiado agravio para el anonimato protegido por su ejército de seguridad. “Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente“, según la jactancia del propio Yabrán.

El automovil carbonizado donde fue hallado esposado y muerto José Luis Cabezas.El automovil carbonizado donde fue hallado esposado y muerto José Luis Cabezas.

Suena inverosímil en estos tiempos de selfies, de drones y de exposiciones múltiples, pero hace 25 años una cámara, apenas una cámara, resultaba mortificante para la oscuridad de un mafioso.

Como en esos registros de celuloide, todo tiene una secuencia. La tarde del 16 de febrero 1996, Cabezas simulaba hacer la toma de una pareja, con el foco furtivo sobre el paso desprevenido del propietario de OCA, en caminata playera junto a su mujer, María Cristina Pérez. Fue tapa de la revista Noticias (“Yabrán ataca de nuevo”- 5 de marzo 1996). Acaso el mayor logro profesional de José Luis. Un momento virtuoso que, desconocía, lo llevaría a la muerte.

Un año antes, Yabrán se había tornado visible, aún sin retrato. Fue con la denuncia en el Congreso de Domingo Cavallo.

En agosto 1995, el entonces ministro de Economía, acusaba al empresario como responsable de una organización que controlaba la entrada y salida de bienes del país a través un entramado de empresas sospechosamente autofinanciadas, con posiciones dominantes en logística, seguridad, transporte y servicios aeroportuarios.

Además de la impresión de dinero y documentos oficiales, el manejo informático de Lotería Nacional por vía de una empresa cautiva, entre otras aparentes actividades dudosas de legalidad. La revelación fue después de aquella cena de ambos, en el restaurante “Bleu, blanc, rouch”, que ya no existe, donde el ministro le propuso dividir “fifty-fifty” el mercado postal. No hubo acuerdo. Fred Smith, el dueño del Federal Express, empujaba ese negocio con la colaboración del embajador norteamericano, Terence Todman.

La pelea era, en aquel entonces, por un verdadero filón.

En medio del escenario político que prefiguraba el intento forzado de re reelección de Carlos Menem, y la oposición interna de Eduardo Duhalde, quien pretendía su sucesión en 1999. Ambos quedaron afectados por el caso Cabezas. El gobernador permaneció mudo dos días en la residencia oficial de La Plata, antes de balbucear ante sus íntimos: “Me tiraron un muerto”.

Personal de la Policía bonaerense realiza tareas de peritaje en el lugar donde fue hallado el cadáver del reportero gráfico José Luis CabezasPersonal de la Policía bonaerense realiza tareas de peritaje en el lugar donde fue hallado el cadáver del reportero gráfico José Luis Cabezas

Yabrán habría de concurrir a la Casa de Gobierno nacional para pedir respaldo.

Cinco meses después del crimen renunció el ministro de Justicia Elías Jassan, al descubrirse que había mantenido más de cien contactos telefónicos con Yabrán, con anuencia de Menem.

Política, negocios, plata negra, poder, guerra de intereses, todo en el amasijo en un país rumboso. Presagio de otras caídas.

En todo ese tiempo se jugaba con cartas muy pesadas. Hasta aquel enero 1997 cuando Cabezas volvió a Pinamar, con su compañero Gabriel Michi, con la misión de la entrevista al magnate. Retrato incluido. Un nuevo desafío que determinó la hostilidad del empresario y su legión de custodios.

Esta vez, él justo él, que vivía de la presteza de su lente, sería el apuntado. Molestaba, y se lo harían saber pronto. De la peor manera. Terminó de rodillas, esposado, escoriado a golpes y en el piso húmedo de un socavón, junto al auto en el que fue trasladado. En el minuto final, antes de los balazos. Para el escarnio posterior, inerte, de la quema de parte de su cuerpo desparramado en el asiento del Ford Fiesta. El vehículo que les había entregado Noticias para las coberturas.

El folleto para pedir justicia por Cabezas que se convirtió en un símbolo.El folleto para pedir justicia por Cabezas que se convirtió en un símbolo.

Por el crimen de Cabezas, la Justicia de Dolores condenó con prisión perpetua al autor de los disparos, subcomisario Gustavo Prellezo (autor material). También a los policías Aníbal Luna Sergio Camaratta. Por liberar la zona del crimen fue condenado el comisario Alberto Gómez, en un segundo juicio realizado en 2002. Entre 2007 y 2010 los policías recuperaron la libertad, a excepción de Prellezo, liberado en 2017. El ex policía Aníbal Luna, condenado a prisión perpetua, está bajo libertad condicional desde septiembre 2017, luego de cumplir durante dos años un período de salidas transitorias.

El ex sargento del Ejército, Gregorio Ríos, jefe de la seguridad de Yabrán, fue condenado a perpetua como instigador del asesinato. Resultó beneficiado con la libertad condicional al cumplirse 20 años de su detención.

Camaratta, responsable de haberle hecho “el seguimiento” a Cabezas en su estadía en Pinamar, murió en 2015 en el penal de Dolores.

El grupo de ladrones que participaron del homicidio, identificados como “La Banda de Los Horneros”, integrada por Sergio GonzálezJosé Luis AugeHoracio Braga y Héctor Retana, recibieron condena perpetua en el primer juicio, aunque luego tuvieron reducciones de penas por la aplicación de la ley denominada como “2×1″.

En aquella oportunidad, “Los Horneros” fueron reclutados en La Plata por Prellezzo para delitos menores en la costa, con cobertura policial, y para el “apriete” del fotógrafo.

En la trama, después del homicidio, y de regreso a la capital provincial, la marginalidad de la banda y casi el azar contribuyeron al esclarecimiento del caso. Hasta allí, todo el poder policial y una extendida cobertura en la investigación intentaron distraer la atención sobre el móvil y los autores del asesinato. Intrigas, pericias falsas, testigos igualmente falaces, e inculpaciones de dudosa consistencia engrosaron la causa.

Hasta hubo desvíos planificados con anuencias varias. Entre ellas la aparición del denunciante Carlos Alberto Redruello, quien en carácter de “testigo protegido” dirigió las responsabilidades del crimen a una banda de Mar del Plata al mando de Margarita Di Tullio, apodada con rigor comprobatorio como “Pepita la Pistolera”. Una cosa era cierta, Di Tullio manejaba la prostitución. Aunque, como se demostró, nada tenía que ver con el asesinato.

En la casa de su pareja, Luis Martínez Maidana (el uruguayo), en un allanamiento, fue secuestrado un revólver Colt calibre 32. El arma con la que Prellezo disparó a Cabezas. Fue “plantada” allí por la policía provincial. La que Duhalde hacía poco tiempo refería como “la mejor policía”, y que después adquirió contorno de “maldita”.

Cuando el expediente se convertía en un despropósito de encubrimientos, en una plazoleta de Los Hornos, el barrió más poblado de La Plata, entre el tufo del alcohol, el efecto de las pastillas y con humor de marihuana, alguien escuchó: “Nos cargamos a un fotógrafo” en la costa. Uno de los horneros impresionaba a la reducida audiencia de la placita, en la avenida 137 y 60, con la arrogancia de quien pretende hazañas en el hampa.

La cava de General Madariaga donde apareció el cuerpo sin vida del reportero gráfico José Luis Cabezas en enero 1997 y año tras se lo recuerda con distintos homenajes. Foto Fernando de la Orden.La cava de General Madariaga donde apareció el cuerpo sin vida del reportero gráfico José Luis Cabezas en enero 1997 y año tras se lo recuerda con distintos homenajes. Foto Fernando de la Orden.

El detalle pasó desapercibido. Menos para un puntero político que estaba en el lugar. Rubén D´ Elía, perspicaz, atento como en sus momentos de arquero en Inferiores de Estudiantes, registró la intimidad del relato. Rápido, comunicó la novedad al senador Carlos Martínez, que reportaba con Duhalde. De ahí, al oído del gobernador tardó nada. D’Elía fue citado el 2 de abril 1997 a la quinta de San Vicente, propiedad de Duhalde. Después del almuerzo, grabó un video con los dichos del informante.

El documento fue presentado en el juzgado de José Luis Macchi. Una semana después, comenzaron las detenciones de todos los autores materiales. Los “Horneros” en primer término. Prellezo cayó el 4 de setiembre. Su esposa, Silvia Belawsky, también policía, colaboró: “¿Vos querés saber la verdad? Yabrán está detrás de esto”, aportó la mujer. Empezaba a cerrar el círculo. Ahora, había que sostenerlo con pruebas. Pero la lumpenaria exposición de los cuatro ladrones, también aprendices de barras brava en la tribuna popular de Estudiantes, había representado el quiebre del esquema de protección del empresario y su red de complicidades.

Nos cargamos a un fotógrafo”, resignificaba hora por hora, minuto por minuto la verdadera historia. Prellezo había reclutado a la banda platense. Los conocía de la vecindad. El subcomisario era de allí. Su familia crió a Auge, en las cercanías del Barrio Obrero. Se conocía con los otros tres, de un lado y de otro del mostrador. Que al final era el mismo. Cuando la troupe desprolija de estos bandidos llegó a Pinamar fueron alojados convenientemente. Para entonces, la decisión estaba tomada. Cabezas recibiría una apretada aleccionadora. En diciembre, Yabrán había instruido al subcomisario sobre la inconveniencia de fotógrafos en sus cercanías. “Ni los servicios de inteligencia tienen una foto mía”, hablaba de su privacidad invulnerable.

Prellezo sólo esperó la situación más propicia para el escarmiento. La oportunidad llegó el 24 de enero, cuando Cabezas y Michi asistían a la fiesta anual del empresario Oscar Andreani. En el mayor resplandor del jet set nacional. El redactor se fue a las 4 de la mañana siguiente. Cabezas se quedó un rato más. Ambos se despidieron y Gabriel le dejó las llaves del Ford que compartían.

En la puerta sostenían la vigilia los asesinos.

Alfredo Yabrán.Alfredo Yabrán.

Alrededor de las cinco, José Luís decidió irse. Estaba un poco fresco. Vestía un suéter claro, jeans y botas tejanas. Portaba la cámara Niko F4, la herramienta favorita. Subió al auto. Sus captores habían preparado la emboscada para cuando llegara al departamento de Rivadavia 1256, donde vivía con su mujer, Cristina Robledo. Los cuatro ladrones estaban dentro de un auto Fiat Uno. Precisamente, de Belawsky, esposa de Prellezo. Con la llegada empezó el drama. “¡Ahora! ¡Metanle caño y tráiganmelo!”, ordenó el subcomisario (cita del libro de Michi “Un periodista, un crimen, un país”). Braga y González lo golpean con torpeza y empujan al fotógrafo al asiento trasero del Ford.

Crimen a sangre fría

En el Fiat se moviliza Prellezo, esta vez en compañía de Auge y Retana. Pasados 15 minutos de las 5, se trasladaron hasta la profundidad del pozo (2 metros de alto por 7 de ancho y 14 de largo) en el camino rural que todavía conduce a una laguna, en jurisdicción de General Madariaga.

Prellezo comandaba. El mismo se puso al volante del Ford Fiesta, bajó a la cava y después desató los demonios de la crueldad. Bajó a Cabezas. Colocó esposas en las muñecas, por la espalda. Doblado, resoplando de dolor (no se conoce si pidió clemencia), el reportero gráfico fue obligado a arrodillarse al costado del asiento del acompañante. Los “Horneros” como espectadores, según el juicio oral, de la muerte inminente. Ocurrió. El policía disparó dos veces en la nuca. Resuelto, después, se dirigió al Fiat. Bajó unos bidones con nafta. Volvió al auto del fotógrafo, acomodó el cadáver cruzándolo en el asiento del acompañante, con las piernas fuera del vehículo, y le ordenó a Braga que rociara todo con el combustible y le prendiera fuego.

Habían consumado la atrocidad sin miramiento. Justo en un lugar de paso de Duhalde en sus excursiones de pesca a la laguna. Ese día tenía previsto ir. Por un tiempo creyó que le habían tirado el muerto. Los fantasmas también animan la política con cuestiones que no tienen repuesto.

José Luís tenía 35 años. Tres hijos. Candela cumplía cinco meses de vida cuando se llevaron la suya.

Todos libres

Todos los culpables del asesinato están en libertad.

Prellezo en su casa con condicional. En la cárcel se recibió de abogado y escribano. Hace dos años intentó ejercer la matrícula. En principio fue habilitado. Después, los 15 jueces del Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal votaron por unanimidad excluirlo hasta que la extinción total de la condena.

La familia de Cabezas había advertido que Prellezo ya ejercía desde el 22 de agosto de 2018, aún bajo el régimen de libertad condicional hasta fines de 2021. La pena será cumplida este año, al cuarto de siglo de la muerte del reportero. Ya en 2010, obtenía el beneficio de la prisión domiciliaria por problemas de salud.

El 8 de enero de 2017, el ex policía salió en libertad condicional por decisión de la Cámara de Apelaciones de Dolores. Había sido condenado a reclusión perpetua en febrero 2002, pero sólo permaneció en presidio 13 años.

“Los Horneros” quedaron en libertad con anterioridad.

José Luis Auge recibió una condena en el juicio realizado en 2004 pero, cuatro años más tarde, quedó en libertad. Es el menos instruido del grupo, Nunca abandonó el barrio. Su familia tiene un sino irremontable con el delito. Uno de sus hijos, fue detenido en Los Hornos, a dos cuadras de la placita de 137. Atrapado, como su padre, en ese micromundo. Corría después del intento de apuñalamiento a una mujer en un robo fallido. Había salido de la cárcel un mes antes.

Gustavo González, luego de la sentencia a prisión perpetua, recibió una reducción de su condena. Tuvo beneficio de salida en 2006 y, en 2018, se le declaró la extinción de la pena. Por cuerda separada, tiene una causa por drogas radicada en los tribunales federales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).

Horacio Braga quedó en libertad condicional diez años después del crimen y, a mediados de 2018, cumplió su condena con la Justicia. Desde hace un tiempo participa de una asociación vinculada con liberados que con la cooperativa “Kbrones” participa en la promoción de la inclusión social y laboral de ex presidiarios. En ese cometido tuvo una aparición pública controvertida en 2014, cuando se instaló en la grada del Concejo Deliberante platense, por invitación oficial, para respaldar el proyecto de la concejal Florencia Saintout, entonces decana de la Facultad de Periodismo. La académica, hoy al frente del Instituto de Cultura, demandaba al municipio el 3% del empleo para ex condenados. “Vine a apoyar el proyecto de la doctora”, explicó Braga en plena sesión, sin resguardo de anonimato. Apremiada, Saintout explicó que era un acto público. Sin reserva de entrada.

Miguel Retana, sentenciado a prisión perpetua en 2000, murió de sida en la cárcel. Apenas unos meses después de la condena.

La pena de la madre de José Luis duró mucho más. Norma Marotti murió de dolor en 2017.

Yabrán, cercado por la policía, se pegó un escopetazo en su estancia de Entre Ríos. El 20 de mayo de 1998, en el apretado espacio de un baño, se voló la cabeza. La muerte suya fue opaca, sóla, alejada del favor de los presidentes, legisladores, del poder eclesiástico, y de la fortificación de sus custodios.

El disparo final fue después de una picada de salame y queso. Insulso destino sin posibilidad de mito o leyenda.

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