En Washington ya se hacían apuestas de cuánto duraría Esper en su cargo, tras desafiar públicamente al presidente, que no suele soportar este tipo de declaraciones de sus funcionarios.
Casi diez días después de la muerte de Floyd, las movilizaciones seguían en las grandes ciudades como Washington, Nueva York, Houston y Los Ángeles, entre otras, pese al toque de queda decretado después de los disturbios del fin de semana. Estas movilizaciones alcanzaron una dimensión no vista desde la década de 1960 durante las protestas por los derechos civiles.
José Miguel Vivanco, director para América latina de Human Rights Watch, dijo que las palabras de Esper eran una “muy importante muestra de razonabilidad e independencia por parte de un miembro clave del gabinete de un presidente como Trump, que ha demostrado no tener límites en el ejercicio del poder y más aún ahora cuando pareciera estar dispuesto a todo con tal de reelegirse”.
Esper también se refirió a la polémica iniciativa del presidente del lunes, cuando hizo despejar la plaza frente a la Casa Blanca colmada de manifestantes pacíficos para ir caminando a sacarse una foto con una Biblia en la mano a la iglesia St John, ubicada enfrente de la residencia presidencial, que había sido vandalizada el día anterior. Ese paseo le costó a Trump duras críticas de legisladores demócratas y líderes religiosos.
El funcionario dijo que había sido advertido sobre la visita del presidente a la iglesia, pero que no le habían dicho que esa visita sería solamente lo que se llama una “photo opportunity”, es decir sólo para sacarse una foto.
Esper había sido criticado por legisladores demócratas y ex funcionarios de Defensa por su decisión de acompañar a Trump a la iglesia minutos después de que las fuerzas de seguridad utilizaran gases lacrimógenos contra manifestantes pacíficos que se encontraban en la plaza Lafayette.