El programa de reparto de mascarillas sanitarias gratis para todos los hogares se convirtió en un fiasco para el Gobierno de Japón, que se ha visto forzado a paralizar una iniciativa recibida por la ciudadanía con un aluvión de burlas y críticas.
Pudo parecer una buena idea cuando el primer ministro nipón, Shinzo Abe, anunció a comienzos de mes que enviaría dos mascarillas a cada domicilio del país en medio del número creciente de contagios de coronavirus y de la escasez de estos dispositivos protectores en los establecimientos.
Pero la medida comenzó a ser cuestionada por ciudadanos que señalaban su carácter aparentemente arbitrario e improvisado, y pronto se convirtió en un hazmerreír en las redes sociales bajo la forma de numerosos memes y terminó por ser rebautizada como “Abenomask”, un guiño al conocido programa económico “Abenomics”.
Algunos nipones se preguntaban por qué enviar dos mascarillas por hogar en lugar de una por ciudadano; otros dudaban de la calidad y la efectividad del modelo elegido, y muchos recordaban que los previsores hogares japoneses suelen contar con una reserva de esos productos, pese a que hubo una escasez temporal en tiendas.
Las “Abenomask” están hechas de tela y no cubren completamente la nariz ni la parte inferior del rostro, lo que según los expertos las hace poco efectivas como barrera frente al coronavirus, aunque cuentan con la ventaja de poderse lavar y reutilizar.
El propio Abe apareció enmascarado con el modelo en cuestión al presentar la iniciativa y en posteriores comparecencias, lo que inspiró infinidad de montajes fotográficos burlescos al tratarse de un tipo de mascarilla prácticamente obsoleto.
El uso de la mascarilla como medida higiénica estaba muy extendido en Japón desde antes de la pandemia del coronavirus, pero los modelos más empleados son los de tipo quirúrgico de un solo uso y otras variedades reutilizables de materiales sintéticos y colores variados.
Los partidos de la oposición y otras voces de la sociedad nipona también han cargado contra el programa por su elevado coste, de 46.600 millones de yenes (432 millones de dólares), y han propuesto destinar esos fondos a equipamiento médico para los hospitales que están bajo presión creciente por la pandemia.
MÁSCARILLAS CON “SORPRESA”
Por si todo esto fuera poco, cuando el Gobierno puso en marcha el envío de “Abenomask” a mediados de mes y los hogares empezaron a recibir las primeras partidas esta última semana, comenzaron a aparecer testimonios de ciudadanos que hallaron en sus mascarillas insectos muertos, cabellos, moho y otros residuos.
Ante esta situación, el Gobierno decidió bloquear todas las partidas que estaban en proceso de envío e instó a dos de las tres compañías proveedoras a “verificar su calidad” y sustituirlas en caso de que fuera necesario, según anunció en una rueda de prensa el ministro portavoz del Ejecutivo, Yoshihide Suga.
El Ministerio de Sanidad dio la orden de paralizar los envíos el último jueves al confirmarse más de 7.800 casos de mascarillas defectuosas dentro de una primera partida ya enviada a aproximadamente 500.000 mujeres embarazadas, un grupo de población considerado de riesgo ante la COVID-19.
Por su parte, las dos empresas niponas que han quedado señaladas ante semejante fiasco se han defendido explicando que tuvieron que trabajar por encima de sus capacidades para responder al encargo de las autoridades y recurrir a subcontratos en China y otros países del sudeste asiático.
Por el momento, solo se ha enviado un 4% del total de las mascarillas destinadas a 50 millones de hogares de Japón, según datos de la empresa nacional de correos Japan Post, mientras que varias encuestas realizadas por medios locales señalan que la mayoría de los nipones no tiene pensado usarlas una vez las reciban.