“Ya no es una cuestión de si pasará sino de cuándo”, le habría afirmado Eduardo, hijo de Jair Bolsonaro, a un bloguero de Brasil. El diputado por San Pablo alguna vez supo reivindicar la dictadura militar en su país y ahora aseguró que “se avecina una ruptura” en el sistema democrático, informó el sitio The New York Times.
El periódico con base en Nueva York, Estados Unidos, dio cuenta de cómo la pandemia de coronavirus (por la que ya murieron 38.406 personas en Brasil) aceleró el desgaste del poder de Jair Bolsonaro, quien recibió la renuncia de dos ministros Salud, Luiz Henrique Mandetta y Nelson Teich, durante la crisis sanitaria.
Otro de los frentes abiertos en la gestión Bolsonaro es el de la Justicia, que investiga a sus hijos y a otros funcionarios como supuestos responsables de actos de corrupción y de las noticias falsas, o fake news, que circulan en Brasil desde la elección general de 2018 en la que salió ganador el actual mandatario.
De hecho, cuando la Corte Suprema anunció en mayo que habilitaría una investigación sobre los partidarios de Bolsonaro el militar retirado Augusto Heleno, asesor del Presidente en temas de Seguridad, advirtió sobre las “consecuencias impredecibles para la estabilidad nacional”.
“Esto desestabiliza al país justo durante una pandemia”, convino Sergio Moro, ex ministro de Justicia de Jair Bolsonaro que renunció en abril. Aunque convino que la posibilidad de un golpe de Estado, o de un autogolpe, es poco probable, el otrora juez del caso Lava Jato afirmó que “el país no necesita vivir este tipo de amenaza”.
En otras palabras, mientras la Corte Suprema se expide para que el Gobierno de Jair Bolsonaro publique los números reales de muertes por coronavirus en el país, los partidarios del Presidente de Brasil intentan instalar la idea de un posible golpe a las instituciones democráticas para mantener a raya justamente a la Justicia y al Congreso en sus intentos por investigar los movimientos del “círculo íntimo”.
Pero desde la readacción del New York Times alguien se acordó de una maniobra similar realizada por el presidente de Perú Alberto Fujimori, hoy preso por delitos que van desde corrupción a lesa humanidad, que en 1992 ejerció un autogolpe para disolver el Congreso, derogar la Constitución y perseguir a sus oponentes políticos.
Con 10 ex militares entre sus 22 ministros, y un amplio apoyo de la derecha y las iglesias evangélicas en el Congreso, la respuesta de Bolsonaro ante la pandemia de coronavirus “mostró que los militares tienen un perfil cada vez más alto en su Gobierno”.