Las restricciones económicas creadas por el coronavirus están obligando a muchos jóvenes a buscar empleo en el sector agrícola de las zonas rurales.
CORCOLLE, Italia — En una pequeña granja en las afueras de Roma, un grupo de trabajadores estaba agachado en los pasillos de un maizal y atendían los tallos para la próxima cosecha. Los de Marruecos, Rumania y Nigeria sabían exactamente qué hacer. Eran los recién contratados italianos los que necesitaban ayuda.
“Tienes que quitar éstas”, dijo el dueño de la granja a Massimiliano Cassina, señalando algunas mazorcas en la parte inferior de la planta.
Hace apenas unas semanas, Cassina, de 52 años, dirigía una compañía de telas que tenía clientes internacionales y se especializaba en camisetas deportivas. Pero la pandemia del coronavirus que ha causado la muerte de más de 30 mil italianos y arruinado la economía nacional también asestó un golpe mortal a su negocio. Desesperado por un sueldo, se convirtió en uno de un creciente número de italianos que buscan un futuro en el pasado agrario del país.
Italia ha impedido la entrada de unos 150 mil trabajadores temporales, lo que creó una demanda de mano de obra local (Alessandro Grassani para The New York Times).
“Me dieron una oportunidad”, dijo Cassina, que usaba un barbijo azul, guantes azules de plástico y una camisa manchada de sudor.
Italia se industrializó después de la Segunda Guerra Mundial, y realmente nunca volvió la vista atrás. Pero el virus ha reordenado drásticamente a la sociedad y las economías, encerrando a los trabajadores temporales en sus países de origen mientras dejaba a la deriva a los italianos que trabajaban en el comercio minorista, el entretenimiento, la moda y otras industrias otrora poderosas.
Ahora más italianos están considerando el trabajo de sus abuelos como jornaleros en las grandes granjas que son cada vez más esenciales para alimentar a un país y un continente paralizados.
“El virus nos ha obligado a repensar los modelos de desarrollo y la forma en que funciona el país”, indicó Teresa Bellanova, ministra de Agricultura de Italia.
Dijo que el virus requería que Italia confrontara “una escasez de alimentos para muchos niveles de la población”, y que la agricultura necesitaba ser “donde las nuevas generaciones puedan encontrar un futuro”.
Para lograrlo, la agricultura necesita librarse del estigma retrógrada del pasado preindustrial y pre-tecnológico de Europa y enfatizar su uso de tecnología, maquinaria y química sofisticadas. Bellanova dijo que había hablado de un cambio así con su homólogo francés, y que lo mismo era cierto para España, Alemania y más países.
“La agricultura no significa un retorno al azadón”, manifestó.
Si los italianos ahora necesitan los campos para sobrevivir, las granjas también de repente necesitan a los italianos.
A pesar del vigoroso lobby de grupos agrícolas, unos 150 mil trabajadores temporales de Rumania, Polonia, India y otros países tienen prohibido entrar a Italia.
Al mismo tiempo, los italianos, que anteriormente constituían alrededor del 36 por ciento del casi millón de trabajadores agrícolas de Italia, están encontrando que sus compañías turísticas, tiendas y restaurantes están cerrados. Las condiciones laborales más seguras al aire libre resultan atractivas. Igual que tener un sueldo.
Las principales asociaciones agrícolas de Italia han creado sitios web y atraído más de 20 mil solicitudes.
Pero la transición para muchos no ha sido fácil. Massimiliano Giansanti, presidente de Confagricoltura, una de las asociaciones agrícolas más grandes de Italia, dijo que muchos de los interesados en el trabajo no tenían la capacitación o experiencia necesarias.
Franco Baraldi, dueño de una granja, dijo que, al principio, los italianos que contrató no sabían lo que estaban haciendo, pero que se pusieron al tanto. Dijo que muchos no habían ganado nada desde marzo, ni habían recibido la ayuda prometida por el gobierno. Varios le pidieron continuar después de la cosecha de frutilla para la temporada de damascos y duraznos.
Dijo que esperaba que pudieran hacerlo, pero que el futuro de la agricultura dependía de la ayuda del gobierno. Sin los subsidios otorgados a otras industrias, indicó, las granjas no podrían obtener ganancias, lo que creaba las condiciones para que terratenientes sin escrúpulos pagaran menos a trabajadores extranjeros.
En mayo, el gobierno italiano separó más de mil millones de euros en subsidios para agricultores como parte de un paquete de ayuda de 55 mil millones de euros. La medida también incluyó un camino para la legalización de trabajadores indocumentados en los campos. Los detractores dijeron que la legalización haría poco para compensar el déficit laboral.
Algunos funcionarios y agricultores han buscado un grupo potencial de trabajadores entre los italianos más pobres, muchos de los cuales viven en el sur económicamente deprimido del país y que en 2018 empezaron a recibir un cheque mensual de ingresos universales.
El gobierno creó en mayo la posibilidad de que estos beneficiarios suspendieran el cheque hasta por 60 días si encontraban un empleo agrícola.
Nazaro Lo Iacono, quien vive cerca de Caserta en la región sur de Campania y recibió el subsidio de ingresos básicos, dijo que con la nueva garantía, con gusto dejaría que alguien más tomara temporalmente su cheque de beneficencia y regresaría a recoger tomates, como lo había hecho en su juventud.
De vuelta en el maizal, Cassina, mientras se ponía de rodillas, dijo que extrañaba su antigua vida. El dueño de la granja, Vittorio Galasso, observó su progreso.