El agujero negro se ubica en el sistema HR 6819. Podría aportar pistas sobre muchos otros similares, silenciosos y ocultos, en nuestras cercanías.
Un equipo de astrónomos descubrió el que es, hasta ahora, el agujero negro más próximo a nuestro Sistema Solar y a la Tierra, a “solo” 1.000 años luz de nuestro planeta. El hallazgo forma parte de un sistema triple, denominado HR 6819, que podría ser la antesala al descubrimiento de muchos más agujeros negros similares en el futuro.
El trabajo de los científicos del Observatorio Europeo Austral (ESO) halló evidencias del objeto invisible mientras examinaba a sus dos estrellas compañeras desde uno de los modernos telescopios del observatorio La Silla, en Chile. Ubicado en la constelación de Telescopium, el sistema hallado está tan cerca que, en una noche despejada, las estrellas pueden divisarse sin necesidad de usar largavistas.
Zoom a la constelación de Telescopium.
En medio del estudio, se toparon por sorpresa con un tercer cuerpo. Las comprobaciones en el espectrógrafo se extendieron por meses y determinaron lo que presumían: se trataba de un agujero negro. El más cercano a nuestro Sistema Solar.
Con análisis más profundos, pudieron saber también que el objeto invisible posee una masa al menos cuatro veces mayor que la del sol. Se conocen dos clases principales de agujeros negros: los de masa estelar, como este, que suele tener entre tres y hasta docenas de veces la masa solar, mientras que los supermasivos son monstruosos y pesan hasta miles de millones de masas solares, y se encuentran en los centros de la mayoría de las galaxias grandes (el año pasado se capturó por primera vez la imagen de uno de ellos, ubicado a unos 55 millones de años luz de distancia).
El HR 6819 había pasado totalmente desapercibido porque no interactúa violentamente con su entorno. Un detalle algo particular, ya que mayoría de los agujeros negros percibidos en la galaxia sí lo hacen y en esa actividad liberan potentes rayos X que terminan por delatarlos. En este caso, dio a conocer su presencia por su atracción gravitacional, que obliga a una de las estrellas a entrar en órbita.
La animación muestra las órbitas y los movimientos en el sistema triple HR 6819. Una estrella (órbita azul), un agujero negro (órbita roja) y el objeto externo en el sistema, otra estrella en una órbita mucho más amplia (en azul).
Aunque hay muchos enigmas alrededor de su formación y evolución, sabemos que los agujeros negros existen desde los primeros días de la vida de una galaxia. Los de masa estelar se forman cuando una estrella agota el combustible en su núcleo, se derrumba bajo su propio peso y desencadena una explosión de supernova. Si el núcleo aplastado contiene más de tres veces la masa del sol, ninguna fuerza conocida puede detener su colapso en un agujero negro. Una vez nacido, puede crecer acumulando la materia que cae dentro suyo, incluido el gas eliminado de las estrellas vecinas u otros agujeros negros. Su fuerza gravitacional es tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar.
Si las hipótesis son correctas, muchas más estrellas de la Vía Láctea habrán colapsado al final de sus vidas, por lo que HR 6819 podría proporcionar pistas sobre otros agujeros negros ocultos, silenciosos e invisibles, en nuestras cercanías. Quizás millones de ellos.
Para los científicos, la novedad es “la punta de un iceberg” y, de hecho, ya enfocaron sus telescopios hacia un segundo sistema, llamado LB-1, que también podría ser triple y, aunque un poco más lejos de la Tierra, todavía bastante cerca en términos astronómicos.